sábado, 8 de mayo de 2010

EL MÉTODO Clase II

EL MÉTODO

Trabajo 2

Lea cuidadosamente el material recomendado, reflexione tomando en cuenta las siguientes interrogantes, escriba y entregue su reflexión. Recuerde que la reflexión es escrita en forma manual.

1. ¿Qué es método?

2. ¿Cuál es la posición de los pensadores que se mencionan en la lectura con respecto al método?

3. ¿Cuántos métodos se mencionan en el contenido de la lectura, y cuál es la función de cada uno de éstos?

4. ¿En que consiste el método científico, de acuerdo a la lectura o la revisión de otros materiales?

5. ¿Cuáles son las etapas del método científico?

6. ¿De acuerdo a su reflexión existe un solo método para investigar. Explique?

7. Emita su propia reflexión con respecto al material. ¿Cuál fue su descubrimiento?

Tomado de: Cerda, Hugo. (1990). Introducción a la Investigación. Ediciones Búho. Bogotá Colombia.

“Entiendo por método, reglas ciertas y fáciles, gracias a las cuales quien las observe exactamente no tomará nunca lo falso por verdadero, y llegará, sin gastar inútilmente esfuerzo alguno de su espíritu, sino aumentando siempre, gradualmente, su ciencia, al verdadero conocimiento de todo aquello de que sea capaz”. Ésta es la definición que del método ofrece Descartes, en sus Reglas para la dirección del espíritu (Regla IV). A ese valor que el método tiene, se refiere igualmente en su Discurso del Método: gracias a él está seguro de elevar su espíritu al más alto grado posible de conocimiento. Para él, como más tarde para Pascal, no basta poseer “un buen espíritu”: lo importante es aplicar bien ese espíritu al conocimiento de la verdad.

Fijar las reglas del método es fijar los medios que aseguren no sólo la obtención de la certeza científica, sino también el ahorro de esfuerzo, el progreso y hasta la perfección del espíritu del hombre.

La preocupación por establecer las reglas del método científico, es decir, del procedimiento que asegurase la obtención de nuevas verdades y la certeza de esas verdades, es propia de la Edad Moderna. Tres grandes figuras: Descartes, Galileo y Bacon, coinciden, hacia el 1600, en su preocupación por hallar el método que fuese no simplemente demostrativo, como lo era la silogística, sino el método “inventivo” – según se decía en aquel entonces-, o sea el método para descubrir nuevos hechos.

Descartes, Galileo y Bacon coinciden en su desprecio por la silogística en cuanto ésta pretendía ser método “inventivo”. Le asignaban, a lo sumo, valor demostrativo; y ese valor demostrativo no – consistía sino en la traducción, al lenguaje lógico, de lo que otros procedimientos habían probado previamente.

El método, según Descartes

El método, así entendido, supone en primer lugar un criterio de verdad, un criterio que permita “no tomar nunca lo falso por verdadero”. Ese criterio es, para Descartes, la evidencia. Por ello, cuando formula sus cuatro famosas reglas del método, enuncia en primer término la que se refiere a ese criterio de la verdad:

 No aceptar como verdadero lo que con toda evidencia no reconociese como tal. No aceptando como cierto sino lo que se presentase a mi espíritu de manera tan clara y distinta, que acerca de su certeza no pudiese caber la menor duda.

Las otras tres reglas son más rigurosamente metodológicas, si por método se entiende el conjunto de operaciones que orienten la búsqueda de la verdad en una ciencia cualquiera:

 Dividir cada una de las dificultades en tantas partes como sea necesario para resolverlas.

 Ordenar los conocimientos desde los más sencillos, subiendo por grados, hasta llegar a los más compuestos (y suponiendo un orden en aquellos que no lo tengan por naturaleza).

 Hacer enumeraciones tan completas y generales, que den la seguridad de no haber incurrido en ninguna omisión.

LO CLARO Y LO DISTINTO. La primera regla contiene dos palabras que han sido objeto de interpretaciones diversas y de largos estudios. Son las palabras claro y distinto. En el proceso de su duda metódica, que le llevó a descubrir en el "yo pienso" el fundamento de su filosofía, Descartes se preguntó por qué el "yo pienso, por lo tanto existo" se le aparecía como verdad indudable. y hallo que la imposibilidad de pensar que él, que pensaba, no era, le forzaba a aceptar la verdad de su ser. Ésa era una verdad evidente: la veía con toda claridad y distinción. (Aunque no siempre recurra Descartes a esas dos palabras – otras veces dice claro y exacto, claro y evidente-, ésas son las que por lo general usa). Siempre que un hecho se nos presente como siendo claro y distinto, debemos aceptarlo como verdadero; de lo contrario, no. Pero, ¿cuándo un conocimiento es claro y cuándo distinto? "Llamo claro – explica Descartes – al conocimiento que es presente y manifiesto a un espíritu atento: así como decirnos que vemos claramente los objetos cuando, estando éstos ante nuestros ojos, actúan con fuerza bastante sobre el os, y ellos están dispuestos a contemplarlos; y distinto al conocimiento de lo que es de tal manera preciso y diferente de todos los otros, que no comprende en sí sino lo que manifiestamente se le aparece a quien lo considera como corresponde”.

Puedo ver algo con toda claridad, pero confundirlo con otro objeto. Lo claro se opone a oscuro; lo distinto, a confuso. Puedo tener, con toda claridad, un dolor, pero no distinguir, sin embargo, su contenido; tengo con toda claridad una sensación de rojo, por ejemplo, pero no puedo analizarla. En cambio, lo que es distinto es siempre claro. De lo que solamente es claro, como observaba Leibniz comentando a Descartes, no puedo dar la definición: es entonces cuando recurrimos al “no sé qué”, o a nuestro vulgar “sé lo que es, pero no sé cómo decirlo”. Cuando veo el contenido de un hecho, distinguiendo sus elementos, puedo definirlo. Y siempre que defino algo, ese algo es distinto y, por lo mismo, claro.

Esto permite aceptar las consideraciones de lógico francés Goblot. Las cosas reales nunca son perfectamente distintas, porque lo que en ellas hay que conocer es infinito. Los conceptos construidos por el espíritu son distintos (y claros), porque sus cualidades o propiedades derivan de una propiedad fundamental, que es la ofrecida en la definición. (“Isósceles: triángulo que tiene sólo dos lados iguales.” Eso es distinto y claro. En cambio, el concepto “sensación” es claro, sin ser distinto. Su definición está llena de dificultades.)

El método, según Galileo

La lógica deductiva enseña – dice Galileo – a conocer si los razonamientos y las demostraciones ya hechos son concluyentes; pero no enseña a encontrar los razonamientos y las demostraciones. En cuanto a la inducción completa de los aristotélicos, la declara o imposible o inútil: la inducción, SI tiene que registrar todos los casos, es imposible, ya que los casos son infinitos; y si los casos no son infinitos y se los puede registrar todos, la inducción es inútil, pues su conclusión nada agrega a lo que ya sabíamos.

Si de lo que en ciencia se trata – y no se puede tratar de otra cosa, según Galileo-, es de descubrir las relaciones matemáticas de la realidad, ni la deducción silogística ni la inducción sirven, pues no son métodos de descubrimiento. Lo que importa, en ciencia, es hallar ese método. Y el método no consiste, para Galileo, sino en la demostración rigurosa, cuyo modelo es la matemática, pero aplicada a enunciaciones ciertas y comprobadas como tales por medio de la experiencia.

El investigador debe acomodar su razón a lo que la naturaleza le enseñe a través de la experiencia, y no intentar acomodar la naturaleza a su razón. La experiencia tiene su punto de partida en los sentidos, como el mismo Aristóteles lo había enseñado – ya que había dicho que quienes negaban el valor del testimonio de los sentidos merecían verse privados de ellos-. Una sola experiencia basta para destruir mil argumentos en contra. Hecha la experiencia, observada con objetividad, aplicado a ella el método demostrativo de la matemática, el error es imposible. Ningún error puede haber ni en la experiencia ni en el método: sólo puede haberlo en el hombre mismo en cuanto se aparta de la experiencia o de la demostración.

No hay tampoco, para Galileo, restricciones a la verdad. Entre la verdad y la falsedad no hay término medio. Quien parta de la experiencia y aplique el método de la matemática, llegará a la verdad; y si no llega a ella es porque se equivoca o porque ha querido llegar a una conclusión que ya se ha fijado de antemano.

El hombre de ciencia no debe proponerse demostrar nada: demostrará lo que la razón, aplicada a la experiencia, concluya forzosamente. La demostración ha de venir siempre después, porque “la naturaleza hizo primero las cosas a su manera, y después fabricó los discursos humanos aptos para entender (eso sí, con gran esfuerzo) algo de sus secretos”. Y, por último, tiene que ser regla del método el progreso gradual, precisamente como sucede en la matemática, que sólo permite el paso de una afirmación a otra mediante todas las afirmaciones intermedias que sean necesarias. Sólo así puede llegarse a “no pronunciar una sola palabra que no esté impuesta por el rigor absoluto”.

Galileo sostenía que el método preconizado por Aristóteles, aunque no seguido por los aristotélicos, era el suyo: atenerse a los sentidos, a la observación, a las experiencias, y después buscar los medios para demostrar eso y no otra cosa.

Debe advertirse que Galileo en realidad procedió, como lo prueban sus Diálogos sobre dos nuevas ciencias, imaginando primero las experiencias y razonando sobre esas experiencias imaginarias, sin todavía realizarlas: una vez obtenida su conclusión, buscaba en la experiencia realizada la confirmación de lo que había concluido razonando. Pero éste no es un reproche: la ciencia contemporánea procede, en muchos casos, de la misma manera: imagina una experiencia y razona sobre esa experiencia imaginaria; y llega hasta a imaginar experiencias que sabe prácticamente irrealizables.

El método, según Bacon

Hacia la misma época en que el francés Descartes enunciaba las reglas de su método y creaba la geometría analítica, y en que el italiano Galileo daba las del suyo, creando la física moderna, el Inglés Bacon, sin ser hombre de ciencia, se planteaba el mismo problema del método “inventivo”, “instaurador” de las ciencias. Al Órganon aristotélico, quería oponer un Nuevo órgano, un nuevo “instrumento” del saber.

Una imagen de Bacon permite en seguida entender su posición. No debemos, dice, atenernos a la simple experiencia suministrada por los sentidos, ni a la simple razón; no debemos ser ni empíricos ni dogmáticos: “Los primeros se contentaron con almacenar, consumiendo luego sus provisiones, como las hormigas; los últimos tejieron redes con materia extraída de su propia sustancia, como las arañas. La abeja guarda el punto medio: extrae la materia prima de las flores en huertos y jardines, y luego, con arte que le es propio, la elabora y digiere.” Ni la experiencia bruta, ni el razonamiento vacío: ésa es la fórmula de Bacon, en su aspecto negativo.

LOS IDOLOS. El esfuerzo de Bacon estuvo enderezado, primero, a señalar los prejuicios que impedían el progreso científico. Dio a esos prejuicios el nombre de “ídolos” o “fantasmas”, y los clasificó en cuatro grupos: los ídolos de la tribu, los de la caverna, los del foro y los del teatro.

 Los ídolos de la tribu, o raza, son propios de la especie humana, y se resumen en la afirmación según la cual e hombre es la medida de todas las cosas. Se trata del mismo “ídolo” que había combatido Galileo: el falso método que consiste en querer acomodar la realidad a nuestro entendimiento y no nuestro entendimiento a la realidad.

 Los ídolos de la caverna son, no ya los del hombre como especie, sino los de cada hombre, de cada individuo. Son los prejuicios del antro en que cada uno de nosotros vive, y donde la luz natural de las cosas se quiebra, deformando las imágenes. Los hombres – decía Heráclito, invocado por Bacon – buscan las ciencias en sus minúsculos mundos particulares y no en el mundo universal, en el común a todos. No son las impresiones individuales, deformadas por la índole de cada uno, por sus preferencias o inclinaciones, por su educación, por sus admiraciones, y por la variabilidad del estado de ánimo, las que pueden constituir el punto de partida del progreso científico.

 Los ídolos del foro son los prejuicios de las palabras. El lenguaje asocia a los hombres; pero ese lenguaje, admitido sin análisis, es un conjunto de nomenclaturas inexactas, de expresiones inadecuadas, que estorban a la inteligencia: aceptadas esas palabras, es en vano toda tentativa de aclararlas mediante definiciones o explicaciones. El hombre cree dominar a las palabras; pero las palabras suelen dominarlo.

 Los ídolos del teatro, o fantasmas de los espectáculos, son los prejuicios de los sistemas filosóficos consagrados, “farsas inventadas, que los filósofos fueron representando por turno”. No sólo en los sistemas considerados globalmente, sino también en sus principios, en sus axiomas, aceptados sin crítica, es donde residen los fantasmas del teatro.

Para obtener el progreso dé la ciencia, es necesario que ahuyentemos todos esos fantasmas y que volvamos a nuestra pureza original. (Este tema es el mismo que habían desarrollado cuantos quisieron reaccionar contra el aristotelismo: “Volvamos a las primeras letras”, decía el italiano Campanella. Bacon concluía: “Preciso es que mediante inalterable y solemne resolución, renunciemos, abjuremos, libremos de los fantasmas al entendimiento; lo purguemos; porque el único camino que queda al hombre para imperar sobre la naturaleza, dominio del que no puede disfrutar ano ser mediante las ciencias, es el mismo que conduce al reino de los cielos, en el que no logramos ser admitidos, si no somos como inocentes niños” (Novum organum, I, 168). El programa de Bacon era, en ese sentido, el mismo de Descartes, aunque menos claramente concebido y expuesto: el rechazo de cuanto se había tenido por verdadero, y la búsqueda del punto de partida que permitiese construir sobre bases sólidas la ciencia.

Para Bacon, el fin de la ciencia no es el de explicar la realidad, sino el de dominarla. La ciencia ha de proponerse enriquecer la vida humana, y para ello necesita descubrir los secretos de la naturaleza.

EL MÉTODO INDUCTIVO. Bacon opone su método al de la inducción llamada completa, que consiste en derivar de una totalidad de casos una afirmación general que vale precisamente para todos esos casos. La inducción, así entendida, no permite el progreso de los conocimientos. La deducción tampoco lo permite, porque no puede ofrecer sino lo que está dado en las premisas. Quien quiera descubrir los secretos de la naturaleza deberá recurrir a otro método.

Hay que torturar a la naturaleza, dice Bacon, y poner plomo, no alas, al pensamiento. La naturaleza, por sí misma, no revela sus secretos. Es preciso arrancárselos mediante experiencias, creando las situaciones más propicias para observarla, así como en las relaciones de hombre a hombre “el método más seguro para descubrir lo natural y los secretos sentimientos de cada individuo está en observarlo en los momentos de trastorno y viva emoción”.

LA CAZA DE PAN. No basta hacer una experiencia: es necesario variarla, prolongarla, transferirla a otras situaciones semejantes, invertirla en su proceso, compararla con otras. Hay que variarla, para saber si se cumple únicamente en el caso de que se trata (si fabricamos papel con una determinada sustancia, ver si se lo puede fabricar con otra parecida, y qué propiedades especiales tendría). Hay que prolongarla, para ver si lo observado subsiste (caliento un cuerpo; el cuerpo se dilata; ¿seguirá dilatándose indefinidamente?). Hay que transferirla a situaciones semejantes (el calor dilata los cuerpos; ¿en cuántas formas se presenta el calor?; ¿toda forma de calor – rayo, aguas termales – dilata los cuerpos?). Hay que invertirla en su proceso (enfriar lo que se calentó, para ver si el cuerpo se contrae y si vuelve o no a su situación anterior). Hay que comparar las experiencias, registrándolas de manera que, a través de sus semejanzas y diferencias y variaciones, puedan descubrirse los principios que las rigen.

Esto constituye “la caza de Pan”, título que Bacon dio a su teoría del descubrimiento. (Pan había conseguido lo que los otros dioses no habían conseguido: descubrir a la diosa Ceres.)

LAS TABLAS. Las experiencias deben ser registradas en las que Bacon llamó “tablas”, y que son: de presencia, de ausencia y de comparación.

En la tabla de presencia se registrarán todos los casos diferentes en que se da el mismo fenómeno; en la de ausencia, los casos en que el fenómeno que interesa no se da a pesar de que tienen circunstancias comunes con aquel en que se da; en la tabla de comparación, los casos en que el fenómeno presenta variaciones o diferencias. Bacon ilustró este aspecto de su método especialmente con el estudio del fenómeno del ca1or. (Presencia del calor: en los rayos del sol, en las aguas termales, en los rayos. Ausencia de calor sensible al tacto: en los rayos de la luna; en los relámpagos, que no incendian. Comparación: Entre los cuerpos sólidos tangibles no hay ninguno caliente por naturaleza; las aguas calientes de las termas parecen deber su calor a causas accidentales – fuegos subterráneos-..., etc.).

Así fundaba Bacon el método, que consiste en buscar los fenómenos tales que: cuando se da uno de ellos se da el otro; cuando no se da uno de ellos no se da el otro; y cuando uno de ellos varía, varía el otro. Comprobada esa triple relación, podía enunciarse la relación forzosa que existía entre los hechos. De éstos se pasaba a la afirmación general. Para Bacon la inducción es, pues, el paso de los hechos a la afirmación de la relación constante que 1os enlaza; es decir, el paso de los hechos a la ley que los rige.

Bacon no demostró, en la aplicación de su método, la capacidad científica de Descartes ni de Galileo. No registró siquiera en orden claro las presencias, ausencias y comparaciones. Requerido por múltiples ocupaciones de orden no científico, t no rudo ser un hombre de ciencia, en el sentido de que no empleó su método de la “Invención” para descubrir nuevas verdades.

Su recomendación de poner plomo, y no alas, al pensamiento, se funda en las mismas razones que les hicieron sostener a Descartes ya Galileo la necesidad de proceder gradualmente y no por saltos. Esa marcha gradual es necesaria porque la aparición de un solo caso contrario basta para que la conclusión quede desmentida. De los hechos hay que ascender a los principios, y de éstos descender a la afirmación de nuevos hechos. En eso consiste la inducción. La inducción útil es la que procede analizando las operaciones de la naturaleza, seleccionando las observaciones y experiencias, desechando todo lo que no sea concluyente. La inducción, es posible, pues, no por simple acumulación de casos, sino gracias al examen que descubre en ellos el principio común que los rige, y para ello lo que el hombre debe hacer es detenerse en la observación de lo que conoce, en vez de afanarse por investigar lo que no conoce.

VALOR DEL MÉTODO. Es en la observación atenta de lo conocido donde el hombre conseguirá alcanzar el objeto de la ciencia: inventar lo que sea capaz de cambiar la faz del globo, como la cambiaron las tres revoluciones provocadas por la imprenta, la pólvora y la brújula (revoluciones en las letras, en la guerra, en la navegación). La gran ambición de la ciencia es el dominio de la naturaleza para aumentar el bienestar del hombre; y si la ciencia debe descubrir los principios que rigen a la naturaleza es porque “para mandar a la naturaleza hay que obedecerle”. La lógica tradicional era “el arte de extraviarse metódicamente”. Lo podía todo, aparentemente; pero sólo en cuanto a las opiniones, porque en cuanto a las cosas, nada podía, ya que procedía como si la naturaleza no existiese.

Bacon, el primero de los filósofos que concibió algo así como una salvación del género humano gracias a la ciencia – anticipándose a las ideas propias del siglo XIX-, llevó su optimismo, en lo que se refiere al método, hasta creer que gracias a él quedaban casi igualadas las inteligencias. El valor del método reside, para él como también para Descartes, en que permite el progreso sin necesidad de esperar la aparición del genio o la aparición del azar.

Los métodos de Mill

John Stuart Mill, en su Lógica, retomó tres siglos más tarde las ideas de Bacon acerca del método inductivo. Para Mill, los “métodos” son cuatro: el de concordancia, el de diferencia, el de variaciones concomitantes y el de residuos. Los tres primeros tienen cierta semejanza con los ya señalados por Bacon; el cuarto es aplicable en los casos en que ninguno de esos tres lo es. Para Mill el método experimental tiene por objeto encontrar ya sea las causas ya los efectos de un fenómeno dado; y ésta es diferencia fundamental con respecto a Bacon: lo que Bacon buscaba era la esencia del fenómeno.

 MÉTODO DE CONCORDANCIA. Si dos o más casos, objeto de la investigación, tienen solamente una circunstancia común, la circunstancia en la cual todos los casos concuerdan es la causa (o el efecto) del fenómeno. Se trata, según este método, de estudiar casos diferentes para comprobar en qué concuerdan. Ejemplos: para buscar el efecto de una causa. Sea el contacto de una sustancia alcalina y de un aceite, que producen una sustancia grasienta, detersiva o jabonosa. Yeso sucede siempre, en circunstancias variadas. Para buscar la causa de un efecto: Se comparan dos casos conocidos en que los cuerpos cobran estructura cristalina, sin ninguna otra concordancia, y se halla que su antecedente común es el depósito, en estado sólido, de una materia líquida, en fusión o en disolución. (En el primer ejemplo, la producción del jabón es el efecto; en el segundo, la solidificación de la sustancia la causa de la cristalización. Para MilI, causa es el antecedente necesario e invariable de un fenómeno.)

 MÉTODO DE DIFERENCIA. Si un caso en el cual el fenómeno se presenta y otro en que no se presenta tienen todas las circunstancias comunes, menos una, presentándose ésta solamente en el primer caso, la circunstancia única en la que difieren los dos casos es el efecto de la causa que se conoce o la causa (o parte de la causa) del fenómeno. Se trata, en este método, de buscar casos que se parezcan en todas sus circunstancias y difieran en alguna. Ejemplo: Un hombre en perfecta salud ha recibido una bala en el corazón y ha muerto. Antes y después de la herida todo estaba igual. La bala en el corazón es lo único diferente: ésa es la causa de la muerte.

 MÉTODO CONJUNTO DE CONCORDANCIA Y DIFERENCIA. Si dos casos o más en los cuales se da el fenómeno tienen una sola circunstancia común, mientras que en dos casos o más en los cuales no se da no tienen de común sino la ausencia de esa circunstancia, la circunstancia por la cual, únicamente, difieren los dos grupos de casos, es el efecto, o la causa (o parte necesaria de la causa) del fenómeno. Se trata, aquí, de la utilización conjunta de los otros dos métodos: una concordancia con una diferencia. Ejemplo: Los animales de sistema respiratorio bien desarrollado coinciden en ser animales de sangre caliente; los que no tienen sistema respiratorio bien desarrollado, carecen de sangre caliente. Podemos, pues, afirmar que la sangre caliente depende de la influencia de la respiración sobre la sangre.

 MÉTODO DE VARIACIONES CONCOMITANTES. Un fenómeno que varía de una manera cualquiera todas las veces que otro fenómeno varía de otra manera, es una causa o un efecto de ese fenómeno, o está ligado a él por algún hecho de causación. Aquí no se trata, rigurosamente, de establecer siempre relaciones de causa a efecto entre dos fenómenos. Los fenómenos estudiados podrían ser, ambos, efectos de una misma causa. Ejemplo: Las variaciones en la posición de la luna son seguidas por variaciones en las mareas.

 MÉTODO DE RESIDUOS. Sepárese de un fenómeno la parte que, por inducciones anteriores, se sabe que es el efecto de cienos antecedentes: el residuo del fenómeno será el efecto de los antecedentes restantes. Se trata, en este método, de averiguar las causas cuya presencia no puede ser eliminada por experimentación: el péndulo, por ejemplo, puede ser sustraído a la influencia de una montaña, pero no a la influencia de fa tierra, para ver si seguirá oscilando en caso de que la acción de la tierra fuese suprimida. Ejemplo: Se predice por el cálculo la llegada de un cometa en cieno punto y en cieno momento; si no llega cuando se lo ha previsto, eso indica un fenómeno residuo: la existencia de un medio resistente.

Estos métodos de Stuart Mill, independientemente de las fáciles críticas a que pueden ser sometidos (¿qué significa “perfecta salud”, en el caso del hombre que recibió el balazo?; ¿qué significa no tener ninguna otra circunstancia común dos fenómenos en que se presentan cuerpos provistos de forma, de color?...), deja intacto el problema previo: el del fundamento de la inducción, o sea el de su legitimidad.



jueves, 29 de abril de 2010

CLASE I CONOCIMIENTO CIENTIFICO

INTRODUCCIÓN

Metodología de Investigación
Profesora: Johanna Mayr
INACAP-Osorno



“Investigar significa pagar la entrada por adelantado y entrar sin saber lo que se va a ver” (Oppenheimer)

El presente apunte tiene como objetivo central, describir en forma sucinta el proceso que se debiera seguir para desarrollar una investigación, mostrando cada uno de los pasos que intervienen en dicho proceso. Aquí se encontrará un desglose de cada etapa de una investigación, así como también algunas conceptualizaciones básicas de cada término utilizado en ellas. Sin embargo es bueno reflexionar sobre lo siguiente:

“Es importante aprender métodos y técnicas de investigación, pero sin caer en un fetichismo metodológico. Un método no es una receta mágica. Más bien es como una caja de herramientas, en la que se toma la que sirve para cada caso y para cada momento” Ander-Egg

UNIDAD 1.- CONCEPTOS GENERALES

1.1.- CONOCIMIENTO COTIDIANO Y CONOCIMIENTO CIENTÍFCO

Los tipos de conocimiento pueden discernirse de dos modos principales:

Cotidiano

Científico

Por saber cotidiano entendemos el que se adquiere en la experiencia cotidiana. Son conocimientos inconexos entre sí, constituidos por yuxtaposición de hechos y casos. Es un saber que se posee sin haberlo buscado y que se adquiere en el trato cotidiano y directo con los demás seres humanos. Es el mínimo de conocimientos que debemos poseer para movernos en nuestro ambiente y según las épocas y estratos sociales cambia en su contenido y extensión. Se caracteriza por ser superficial, no sistemático y acrítico.

El conocimiento científico nace en el lugar donde la experiencia y el conocimiento cotidiano dejan de resolver o plantear problemas, cuando no basta la simple captación de lo externo o el sentido común. Superar la inmediatez de la certeza sensorial es el salto que nos lleva al conocimiento científico. Aquí la separación es de grado. No está dada por la naturaleza del objeto del conocimiento, sino en la forma de percibirlo. El conocimiento científico pretende relacionar de manera sistemática todos los conocimientos adquiridos acerca de un determinado ámbito de la realidad.

1.2.- CIENCIA

Ciencia significa saber o conocer, acumular conocimientos. Para llegar a lo que hoy conocemos como ciencia el hombre ha recorrido un camino que ha pasado por tres hitos: mito y magia, conocimiento racional autónomo y experimentación. En nuestros días se entiende por ciencia un conjunto de conocimientos racionales, ciertos o probables, que obtenidos de manera metódica y verificados en su contrastación con la realidad se sistematizan orgánicamente haciendo referencia a objetos de una misma naturaleza, cuyos contenidos son susceptibles de ser transmitidos. La ciencia es un producto social. La motivación fundamental de todo progreso humano es la necesidad, la que bajo la forma d problema se transforma en el motor del desarrollo científico y tecnológico.

CIENCIA: Conceptos Generales

Marcelo Rojas C.
Manual de Investigación y Redacción Científica


La meta de un científico es: incrementar su habilidad para: 1) explicar (no describir, sino explicar los fenómenos que lo determinan), 2) predecir (sucesos futuros o fenómenos no observados hasta entonces) y 3) controlar (posibilidad de manejar alguna condición que determina un “hecho” favorable o desfavorable) las condiciones y los sucesos (“hechos”,experiencias, cambios, acontecimientos).

1. CIENCIA o Conocimiento Científico.

Es un conocimiento racional (empleo y predominio de la razón para la explicación de los fenómenos), sistemático (unificar conocimientos: fundado, ordenado y coherente) y verificable (por la observación o experimentación), que tiene como propósito la comprensión y control de los fenómenos. Este rigor que caracteriza al conocimiento científico, lo diferencia del conocimiento ordinario o común. La ciencia es: i) objetiva y compatible, porque es verificable o repetible en las mismas condiciones, pero también es subjetiva, dado que los “hechos” pueden interpretarse a través de normas que permitan encontrarle un sentido, y ii) es válida, porque es aplicable a una gama de situaciones. La característica y herramienta de la ciencia es el método científico.

EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

Tomado de: Cerda, Hugo. (1990).
Introducción a la Investigación. Ediciones Búho. Bogotá Colombia.

El conocimiento científico

El hombre, decía Aristóteles, aspira, por su propia naturaleza, a conocer. El hombre no se limita a actuar entre las cosas; quiere conocer esas cosas entre las que actúa, por la satisfacción que el conocimiento mismo le procura. El hombre es no sólo homo faber, sino también homo sapiens; no sólo capaz de construir las herramientas que le permitan dominar mejor el mundo, sino también capaz de contemplar desinteresadamente ese mundo y de contemplarse a sí mismo. El hombre tiene, además de una capacidad práctica, una capacidad teorética. En nuestra vida diaria contemplamos las cosas y formulamos juicios sobre ellas. “Llueve”; “el camino dobla a la derecha”; “el sol madura los frutos”. Todas esas afirmaciones son conocimientos; todas esas afirmaciones suponen una actitud contemplativa fundada en la actividad de nuestro pensamiento. Hay en ellas razonamientos, juicios, conceptos. No hay todavía ciencia, sin embargo, porque esos conocimientos permanecen aislados, o tienen, con otros, relaciones vagas. No están ordenados, ni rigurosamente fundados. Son conocimientos comunes, no científicos.

La ciencia como conjunto de conocimientos relacionados lógicamente.

Como todo conocimiento, el científico se refiere aun objeto: es conocimiento de algo. Si hablamos de la ciencia, entendemos que su objeto es la realidad misma, presente, pasada y futura, material y espiritual. Si hablamos de las ciencias, distinguimos, en aquel objeto que es la realidad única, diversas zonas o aspectos, cada uno de los cuales es el objeto de cada una de las ciencias.

Pero una ciencia no estudia todas las particularidades de su objeto; elige sólo aquellas que permiten descubrir relaciones lógicas. No nos interesa, por ejemplo, saber exactamente cuántas hojas hay en un determinado bosque. Saberlo, sería, desde luego, un conocimiento; pero no agregaría nada a nuestros conocimientos botánicos. El conocimiento científico esquematiza los objetos; atiende exclusivamente a los elementos de los objetos relacionables entre sí. Así como al botánico no le interesa contar las hojas de cada bosque, al historiador no le interesa saber a qué hora exacta nacieron los grandes hombres. Este último dato sería científico si entre la hora del nacimiento de un gran hombre y los hechos en que intervino descubriésemos relaciones. Hay, precisamente, pretendidas ciencias que afirman, con toda arbitrariedad, relaciones inexistentes entre hechos: la astrología, por ejemplo.

Todas las ciencias coinciden en que estudian relaciones, mostrando que ciertos objetos o entes dependen, en una u otra forma, de otros objetos o entes.

La ciencia como conocimiento conceptual.

Aristóteles sostenía, y durante mucho tiempo se ha sostenido lo mismo, que no hay ciencia sino de lo general. El conocimiento científico, por atender sólo aciertos elementos de los objetos o hechos a que se refiere, esquematiza, dijimos. Pero esquematizar no significa forzosamente generalizar. La esquematización científica es generalizante a veces; pero no la es siempre. Hay ciencias que generalizan, como la física, la química, la biología; pero, hay ciencias que no generalizan, como la historia, la geografía. Si se sostiene que sólo hay ciencia de la general, la historia y la geografía no serían ciencias. Pero son ciencias porque establecen, entre los hechos que estudian, relaciones lógicas, mostrando que unos hechos dependen de otros.

Cuando se dice que no hay ciencia sino de lo general, la que se sostiene es que no hay sino conceptos generales. Pero hay conceptos individuales: “La Revolución de Mayo”, por ejemplo. La ciencia es, pues, conocimiento por conceptos.

La ciencia como conocimiento sistemático.

En ciencia no hay conocimientos sueltos. Un simple agregado de conocimientos no constituye ciencia. El conocimiento científico no aumenta por simple acumulación. Todo conocimiento científico es parte de un conjunto al que está relacionado de manera tal que sólo cobra todo su sentido en función de ese conjunto. No entenderemos qué es un tejido si no tenemos en cuenta el órgano de que forma parte; y sólo entenderemos el órgano si tenemos en cuenta el aparato a que pertenece; y sólo entenderemos el aparato si tenemos en cuenta la totalidad del organismo. Cuando existe esa relación de todo a parte, tenemos un sistema. La ciencia es conocimiento sistemático.

La ciencia como conocimiento metódicamente fundado.

El conocimiento científico es siempre fundado. La ciencia aspira a dar razón de todas sus afirmaciones. En matemáticas no se sistematiza ni se demuestra como en historia o como en biología. Los tipos de relaciones que esas ciencias establecen son diferentes y también son diferentes los procedimientos con que cada una de ellas fundamenta las relaciones que entre sus hechos establece. Cada ciencia recurre, para descubrir las relaciones, para sistematizarlas, para fundamentarlas, para probarlas, a métodos especiales. La exigencia común a todas es la de respetar las leyes del pensamiento; pero ese respeto, aunque es necesario, no es suficiente. En unos casos habrá que enunciar un principio; en otros, enunciar postulados; en otros, realizar una experiencia; en otros, suponer la existencia de entes nuevos; en otros, imaginar hechos simplemente verosímiles. Pero de lo que siempre se trata es de que ninguna afirmación quede aislada del conjunto de afirmaciones y de que todas ellas aparezcan justificadas, aunque sólo sea provisoriamente.

La ciencia y las ciencias

Cada ciencia constituye un sistema. Se puede, sin embargo, aspirar a la constitución de sistemas más amplios, que abarquen a los ya existentes; y hasta se puede aspirar a constituir un único sistema, que sería el sistema científico. Si la realidad es una, tiene que haber un sistema que sea el sistema de esa realidad. La multiplicidad de las ciencias no niega la posibilidad de ese sistema único. Al contrario: el que toda ciencia exija sistematización muestra lo que hay de común entre todas ellas: la sistematización misma.

Las ciencias se dividen la realidad y construyen sistemas parciales; la subdivisión del trabajo obliga a crear, dentro de cada uno de esos sistemas, otros sistemas parciales; pero entre estos sistemas parciales se establecen, de pronto, conexiones nuevas que determinan nuevos sistemas. La química y la física son sistemas independientes; pero de pronto se constituye la físico – química. La fisiología, la psicología, la sociología, la mecánica, son sistemas independientes; pero de pronto se constituye, como ha sucedido últimamente, la cibernética (de quibernetes, piloto, timonel) que estudia la teoría de todas las formas posibles de comunicación y control mediante la interpretación de los síntomas con que se traducen los hechos de cualquier índole, y que ha llevado, por ejemplo, a la construcción de las grandes máquinas calculadoras.

Las ciencias como sistemas abiertos.

Las ciencias son sistemas abiertos en el sentido de que sus relaciones deben permitir su propio enriquecimiento. Un sistema estando más valioso cuanto mayor sea e número de relaciones que permite establecer entre los hechos ya conocidos y entre éstos y los hechos nuevos. Un sistema no es, pues, simplemente un resultado, sino, también, un punto de partida para nuevas investigaciones. Esto da a la ciencia su carácter progresivo. Por eso mismo, un sistema científico nunca es definitivo: contiene la posibilidad de su propia rectificación; es decir, la posibilidad de reestructuración en un sistema más amplio que permita la introducción, sin contradicción, de los nuevos hechos descubiertos.

La posibilidad de la investigación científica depende de la ordenación misma en que un sistema científico consiste. El orden que introducimos en nuestros conocimientos hace posible la investigación de lo desconocido; y el descubrimiento de lo que era desconocido hace posible la nueva ordenación de nuestros conocimientos. Investigación y ordenación son dos aspectos de la misma exigencia: sistematizar. En cuanto se ordenan ciertos conocimientos, ya esta dado el método con que se ha de investigar; y en cuanto se investiga, ya está supuesto el orden que nuestros conocimientos han de tener. La nueva investigación obliga a rectificar el orden, y el nuevo orden obliga a rectificar las investigaciones. En ciencia nada se da aislado, dijimos; tampoco se dan aislados el orden de sus conocimientos y la dirección de la investigación de conocimientos nuevos.

Objetividad de la ciencia

Nada individual, ni las preferencias, ni las tendencias, ni las aspiraciones, deben ser agregadas a los hechos, ni intervenir en su explicación. La ciencia quiere ser conocimiento, exclusivamente; puede, la búsqueda del conocimiento, estar sostenida por la pasión, y pueden, las explicaciones científicas, satisfacer estéticamente al investigador; pero el conocimiento mismo debe permanecer inafectado por esos elementos que a veces le acompañan. Por eso es rigurosamente aplicable a la ciencia la afirmación según la cual la persecución de la verdad es una forma de coraje: exige el sacrificio de todo otro interés que no sea el de la verdad misma.

El instrumento con que el hombre de ciencia trabaja es su inteligencia; el sentimiento y la voluntad han de ponerse al servicio de la inteligencia, y no utilizarla para que acomode los hechos a fines que no son los de la obtención de la verdad. Faraday, refiriéndose al hombre de – ciencia (aunque hablaba del “filósofo”), decía: “Tiene que ser un hombre que escuche todas las sugestiones, pero que esté resuelto a juzgar por sí mismo. Que no se deje desviar por las apariencias; que no tenga hipótesis favoritas; que no pertenezca a ninguna escuela y que, en materia de doctrina, no tenga maestro. Tiene que respetar no a las personas, sino a las cosas. Su principio objetivo es la verdad...”. La famosa frase “Platón es mi amigo, pero más amiga mía es la verdad”, ha sido la traducción clásica de esa aspiración a la objetividad.

Se ha dicho alguna vez que la actitud objetiva pretende nada menos que conocer las cosas como las conocería Dios. Ese es el reproche y el elogio que se le hizo a Descartes. El arte puede ser la realidad vista a través de un temperamento, como se lo ha definido; en la vida práctica, los argumentos que invocamos son, muchas veces, "no lo que ellos son, sino lo que nosotros somos". En uno y otro caso, entra en juego la subjetividad. La ciencia aspira a eliminar la subjetividad. El corazón tiene razones que la razón no conoce, decía Pascal. Pero la ciencia no puede invocarlas: tiene que invocar las razones de la razón.

Por objetividad no ha de entenderse, sin embargo, la eliminación del sujeto. Éste interviene con su inteligencia, que es actividad y no pasividad. La ciencia es una creación del hombre, y exige la actividad de su inteligencia. La eliminación de la subjetividad significa, simplemente, la eliminación de los elementos afectivos: "No hay ciencias sentimentales"; y la eliminación, también, de los elementos volitivos. La afectividad y la voluntad son forzosos, sin embargo, porque el hombre no puede escindirse. Lo único que se exige, cuando se habla de que la ciencia debe ser objetiva, es que esos elementos afectivos y volitivos no se incorporen al sistema de relaciones en que la ciencia consiste, y no desvirtúen el fin de la ciencia, que es el conocimiento de la realidad. Pero, por el simple hecho de que la ciencia es obra de la inteligencia del hombre, éste se halla ya comprometido en ella. La ciencia es objetiva, pero es un hecho humano.

El valor de la ciencia

Los puntos de vista acerca del valor de la ciencia son, aun entre los mismos hombres de ciencia, diversos y hasta opuestos. Para unos, la ciencia tiene por función suministrar una explicación posible de los hechos. Basta que la ciencia los explique de manera satisfactoria para nuestra razón, para que la teoría o el sistema con que presenta esa explicación sean declarados válidos. Para otros, la función explicativa de la ciencia debe ir más lejos: ofrecernos el sistema único que descifre la realidad también única. No hay dos realidades; no puede, pues, haber dos explicaciones igualmente válidas de la realidad. La ciencia es una porque la realidad es una; y la realidad, que es una, es un sistema coherente que no puede ser explicado sino por un solo sistema de pensamientos coherente. Para estos últimos la función de la ciencia es cognoscitiva: aspira a conocer la realidad.

Otros ven ante todo en la ciencia una construcción del espíritu humano, libremente creador. En el descubrimiento de las armonías del pensamiento, que coincidirán, o no, con la armonía de la realidad, ven el principal valor de la ciencia. Ésta es la tendencia de muchos matemáticos, que han llegado a ver en su ciencia algo así como un juego de ajedrez, en que el pensamiento se dicta las leyes a que luego se somete. La función de la ciencia así entendida es, ante todo, estética.

Para otros, la función de la ciencia es meramente descriptiva. No se trata, en esta interpretación, de descubrir qué son las cosas; se trata, simplemente, de decir cómo son, sin penetrar más allá. La metafísica queda, así, fuera de las preocupaciones de la ciencia. "En ciencia se ha dicho, creyendo así condenar a la metafísica, nada es profundo: todo es superficial".

Para otros, en fin, la función de la ciencia es práctica: la ciencia es el instrumento con que dominamos la realidad.

Valor explicativo de la ciencia.

Einstein ha comparado la ciencia a una novela policial. Se trata de un misterio aun no resuelto; y ni siquiera podemos estar seguros de que tenga solución. Lo que hasta ahora llevamos leído de ese gran libro de la naturaleza en que está escrita la novela policial, nos ha permitido familiarizarnos con sus personajes y descubrir algunas pistas, y experimentar algunas fuertes emociones. A pesar de lo mucho que llevamos leído, estamos aún lejos de la solución, si es que existe. En distintas etapas hemos sabido encontrar una explicación coherente con los datos de que disponíamos; pero un nuevo dato nos obligó a abandonar la explicación. Y todavía seguimos leyendo, admirando cada vez más la perfecta construcción del libro, aun cuando la solución parece retroceder a medida que avanzamos. En las novelas policiales llega un momento en que el lector dispone de todos los datos. Aunque aparentemente inconexos, son los datos suficientes para, sin más búsqueda, hallar, a fuerza de meditación, la clave del misterio. Conan Doyle, cuando dispone de todos esos datos, se sienta a fumar una pipa, o toca su violín, hasta que, de pronto, "¡Ya está!": sabe no sólo cual es la clave, sino, también, cuáles otros hechos tienen, necesariamente, que haber sucedido. En la novela policial de la naturaleza nunca se dispone de todos los datos. Y el lector del libro de la naturaleza no puede, como los lectores impacientes, ir a la última página del libro, en busca de la solución. No hay última página en que ya esté dada la solución. El hombre de ciencia tiene que investigar el misterio buscando los datos y, mediante su pensamiento creador, poner en esos datos coherencia. Pero – y esta diferencia es aún mayor – el hombre de ciencia no cuenta, como el detective, con un crimen ya cometido. Tiene que cometer su propio crimen: el mismo crimen que luego investigará. Tiene, por ejemplo, que hacer saltar una chispa eléctrica, para después investigar ese misterio.

Estamos, en esta concepción einsteniana, lejos del optimismo de Galileo, para quien la naturaleza era también "un libro escrito en caracteres matemáticos", y bastaba conocer los caracteres para poder leerlo y entenderlo y para que el misterio quedase definitivamente resuelto. Para Einstein – y, con él, para muchos grandes hombres de ciencia contemporáneos – el misterio será siempre insoluble.

El físico se halla como ante un reloj cerrado, que le es imposible abrir. Ésa es la naturaleza. Todo lo que el físico puede hacer es construir un mecanismo con el que se consiga hacer andar dos manecillas con el mismo movimiento del reloj cerrado. Cuando consiga eso, se declarará, como hombre de ciencia, satisfecho: Ya ha encontrado un sistema que explique cómo pueden suceder las cosas en el reloj cerrado. Pero no tendrá nunca la seguridad de que en el reloj cerrado haya un mecanismo igual. Y, yendo más lejos, podríamos agregar que no tendrá nunca la seguridad de que dentro de aquel reloj cerrado haya o no un mecanismo. La ciencia hace inteligible el mundo. No asegura, ni puede asegurar, que el mundo sea inteligible. Esto último no es problema científico, sino filosófico.

Pero no faltan quienes sostienen que la ciencia está encargada de encontrar no una explicación posible de los hechos, sino la explicación. Para ellos (James Jeans, por ejemplo) el mundo físico tiene, en sí mismo, una racionalidad que la ciencia se esfuerza por descubrir. Como los hombres de la caverna platónica, estamos amarrados de espaldas a la luz, sin poder darnos vuelta para ver directamente a quienes pasan detrás de nosotros y proyectan las sombras que contemplamos en la pared de esa caverna. Pero aun cuando sólo vemos sombras, podemos, si observamos detenidamente, descubrir que esas sombras juegan, por así decir, un juego de ajedrez que se rige por las mismas leyes de ese otro admirable juego de ajedrez que es la ciencia inventada por los hombres en sus más lúcidos momentos de ocio.

Valor estético de la ciencia.

Por eso ha podido también llegar a decirse lo que de otra manera resultaría absurdo – que la ciencia tiene una función estética. Lo que al puro hombre de ciencia le interesa es la belleza de ese juego de relaciones que al final de su investigación consigue establecer: "Si la naturaleza no fuese bella – decía el gran hombre de ciencia que fue Poincaré – no valdría la pena de conocerla, y tampoco la vida valdría la pena de ser vivida. La belleza intelectual se basta a sí misma; y sólo por ella, más que por el futuro de la humanidad, es que el sabio se condena a largos y penosos esfuerzos". ("Como toda armonía es un grado, por débil que sea, de belleza – escribió Lachelier – no temamos decir que una verdad que no fuese bella no sería sino un juego lógico de nuestro espíritu, y que la única verdad sólida y digna de este nombre es la belleza".)

Esto no significa, desde luego, que la función de la ciencia concluya en la contemplación estética de la armonía de las relaciones pensadas por el hombre. La coincidencia de esa armonía con la del universo es una nueva armonía, más sorprendente aún que la del pensamiento científico. Es en esa armonía donde lo bello y lo útil se unen. Y es gracias a esa armonía que la ciencia resulta ser no un mero juego, sino, además, un instrumento para el dominio del mundo por el hombre. La naturaleza, gracias a esa armonía, se supedita a los fines que el espíritu persigue.

Valor descriptivo de la ciencia.

La ciencia debe limitarse a darnos la descripción clara y económica de los hechos positivos. Éste es el punto de ,vista defendido a fines del siglo pasado por Mach en su famoso libro Análisis de las sensaciones. Todo lo que sea metafísica filosofía: debe, también, según Mach, ser eliminado de la ciencia. La; hipótesis que se sustraiga? al contralor de la experiencia deben ser igualmente eliminadas. La ciencia tiene que observar un solo campo, y trabajar en el: el de las sensaciones, que es todo lo que podemos conocer. Ni siquiera necesitamos plantearnos el problema de si existe o no un mundo exterior a nosotros. Haya o no un mundo exterior, lo que la ciencia diga no puede ser sino lo que el mundo de las sensaciones le permita decir. Hay, en ese mundo que se ofrece al hombre de ciencia, relaciones funcionales de elementos. Esas relaciones son las que hay que describir. No necesitamos hablar de “fuerzas” misteriosas, ni de “causas”. Sólo debemos decir: sucede esto, luego sucede esto otro, luego esto otro. Podemos llegar a descubrir las relaciones que nos permitan prever si sucederá tal o cual cosa, pero nada más. “Causas”, “fuerzas”, “mundo exterior”, son conceptos metafísicos que la ciencia no necesita para su progreso.

Valor práctico y social de la ciencia.

Una interpretación contemporánea de la ciencia atribuye a ésta un simple valor instrumental. El pragmatismo, que sólo reconoce la verdad en su eficacia, termina por limitar el valor de la ciencia a sus resultados en la acción del hombre. Una teoría científica sólo tiene el sentido que le dan las consecuencias prácticas que resultan de ellas, y las leyes científicas no son sino normas de acción.

El siglo XIX vio en la ciencia la salvación posible de la humanidad. El conocimiento científico – entendiendo por tal el conocimiento físico natural – es el único universalmente comunicable, y el único justificable, porque es el único que no recurre, para fundarse, a la experiencia privada. La unidad de los hombres sólo es posible a través de pensamiento científico, que, al mismo tiempo que nos permitirá dominar la naturaleza, liberará al espíritu de toda estrechez subjetiva. Esta concepción, extremándose, acentuó el aspecto técnico de la ciencia, sus aplicaciones prácticas, y propugnó el advenimiento de la tecnocracia, o gobierno del mundo por quienes en los laboratorios y en las usinas eran capaces de producir todo lo que el hombre necesita para dejar de ser esclavo de la, naturaleza. El fracaso de la ciencia griega, o su incapacidad para ir más allá de ciertos límites, se habría debido a su falta de sentido social: es decir, a su incomprensión de la verdadera misión de la ciencia: actuar sobre el medio y mejorar las condiciones de vida del hombre. Por eso los griegos sólo pudieron aumentar su dominio sobre la naturaleza “aumentando el número de esclavos”. La ciencia griega no comprendió que podía reemplazar a los músculos de los esclavos1. La verdad que esta posición encierra está mal fundada: para que quede asegurado el éxito práctico de la ciencia, es necesario que la ciencia proceda independientemente de las preocupaciones prácticas. La ciencia matemática del siglo XIX, que se planteó el problema de la posibilidad de otras geometrías al margen de la euclidiana, aparentemente sin conexión alguna con la realidad, condujo a concepciones del espacio que a su vez condujeron a la teoría de la relatividad, y ésta a su vez a concepciones sobre la materia y la energía de enormes consecuencias prácticas.

El valor de la ciencia como instrumento para la liberación total del hombre ha sido defendido por Berthelot con estas palabras: “Se ha hablado a menudo del estado futuro de las sociedades humanas; a mi vez, yo quiero imaginarlas, tales como serán en el año 2000, desde el punto de vista puramente químico...En ese tiempo no habrá en el mundo agricultura, ni pastores, ni labradores: ¡ el problema de la existencia por el cultivo del suelo habrá sido suprimido por la química! ¡No habrá minas de carbón de piedra ni industrias subterráneas, ni, en consecuencia, huelgas mineras! El problema de los combustibles habrá sido suprimido por el concurso de la química y la física. ¡No habrá ya aduanas, ni proteccionismo, ni guerras, ni fronteras regadas de sangre humana! ...Cuanto los vegetales han hecho hasta hoy, con la energía tomada del universo ambiente, la cumpliremos nosotros y mucho mejor, de una manera más extensa y perfecta que la naturaleza, tal es el poder de la síntesis química...La felicidad se adquiere por la acción y en la acción llevada a su más alto grado de intensidad por el reinado de la ciencia". (Ciencia y moral, passim.) Gustave Le Ron, iba aún más lejos: “¿Llegaremos a liberar fácilmente la fuerza colosal que los átomos ocultan en su seno? – se preguntaba - ...El sabio que encontrase la manera de liberar económicamente las fuerzas que la materia contiene cambiaría casi instantáneamente la faz del mundo. Una ilimitada fuente de energía estaría gratuitamente a disposición del hombre, y éste no tendría que procurársela por un duro trabajo. El pobre sería entonces igual al rico, y ya no se plantearía ningún problema social". (L’ evolutión de la matiere, pág. 56.)

La ciencia y la metafísica.

Pero ninguna de estas últimas posiciones consigue eliminar totalmente la metafísica. El simple hecho de que el hombre de ciencia se pregunte qué es la ciencia, cuál es su valor, de – muestra que su preocupación no se limita a la descripción de los fenómenos, ni a la búsqueda de normas de acción, ni al dominio de la realidad.

Todos los grandes hombres de ciencia se han formulado, aunque sólo fuese con respecto a su ciencia, la pregunta qué es...Todos ellos han cedido, sin saberlo, a la tentación metafísica. Uno de ellos, el gran matemático y lógico Bertrand Russell, que llegó a afirmar que en matemática nunca se sabía de qué se estaba hablando, ni si lo que se decía era cierto o no, terminó por declarar que, a la larga, hasta el éxito práctico de la ciencia depende de la actitud casi mística en que “el saber consiste en una especie de desposamiento del que conoce con lo conocido”.

La negación del valor de la ciencia

Desde Aristóteles viene repitiéndose que no hay ciencia sino de lo general. Kant expresó lo mismo al decir que pensar es pensar por conceptos (negando la existencia de conceptos individuales). La inteligencia esquematiza la realidad, buscando en ella objetos permanentes y en éstos relaciones permanentes. Renuncia a la aprehensión de toda la riqueza de la realidad, y forzosamente la presenta empobrecida; ante la multitud de los hechos procede a “estandardizarlos”; no ofrece la descripción acabada de cada uno de ellos, ni tampoco una explicación para cada uno de ellos. La ciencia “prepara trajes no de medida, sino de confección”. Frente a una fórmula física, parecería que toda la realidad de los hechos a que esa fórmula se refiere, ha desaparecido. La aspiración de la física a hallar la fórmula única a la cual obedecen todos los fenómenos de la naturaleza, parecería estar condenada a contradecir el objeto de la ciencia, que es el de conocer la realidad.

Las objeciones de este tipo, hechas al conocimiento científico – con excepción del histórico, que plantea problemas especiales-, son frecuentes en las escuelas intuicionistas, para las cuales el conocimiento no debe renunciar a aprehender la totalidad de lo real. Vulgarmente suele también invocarse la riqueza de la simple sensación, que nos da inmediatamente la realidad “tal cual” es. La ciencia, que pretende conocer la realidad “tal cual es”, nos ofrecería, en cambio, un simple esquema muerto. Pero la sensación no puede darnos sino éste o aquel aspecto de la realidad, nunca la realidad; la sensación puede revelamos un hecho en toda su riqueza, pero nunca la riqueza de toda la realidad con sus hechos infinitos. Se limita, por de pronto, al presente. Y la realidad no es solamente el presente. La función de la inteligencia, instrumento de la ciencia, no es la de sentir, así como la función de los sentidos no es: la de entender. Ya Kant había señalado esa doble imposibilidad: querer sentir con la inteligencia y querer entender con los sentidos. El presente, esquematizado por la inteligencia, nos permite sin embargo proyectamos hacia el pasado y hacia el futuro con más seguridad que la sensación no esquematizante. Las fórmulas científicas, a pesar de su carácter general y esquemático, nos permiten descubrir lo que parecía reservado al goce estético o a la acción voluntaria: que nuestra inteligencia no esta desconectada de la realidad: si estuviese desconectada de ella, no podría traducirla en fórmulas que son eficaces hasta para la obtención de aquel goce estético y para el buen éxito de aquella acción voluntaria. Cuando los pitagóricos descubrieron que la altura de los sonidos dependía de la longitud de las cuerdas, redujeron a fórmulas numéricas la riqueza de la música; pero precisamente por eso hicieron posible el aumento de esa riqueza y el refinamiento de aquel goce estético.

El esquema no es el empobrecimiento de la realidad: es la norma que pone arquitectura en el aparente caos de lo real y muestra que ese aparente caos es un universo. Ése carácter esquematizante de la ciencia tiene un riesgo, que es el de confundir los esquemas con la realidad misma. El sentido de una cantata de Bach no se agota en las fórmulas de las leyes acústicas, desde luego; y un sistema solar no se agota en las fórmulas de la gravitación universal. Pero la confusión entre el esquema y la realidad no es imputable a la ciencia, sino al temperamento de algunos hombres de ciencia. Imputable al temperamento: es decir, imputable a la subjetividad.

Tipos de Ciencia

a. Formal o pura, cuyas características son: i) estudia las formas o ideas, ii) usa el proceso deductivo, iii) usa la lógica para demostrar rigurosamente los teoremas propuestos. Ejemplos: la lógica, la matemática.

b. Fáctica o Factual o Aplicada, cuyas características son: i) estudia la realidad (acontecimientos, procesos, fenómenos, sistemas), ii) usa como método: la observación y la experimentación, y iii) no considera válida una información obtenida por deducción, sino es confirmada por los hechos. Hay Ciencias factuales Naturales: biología, química, física, psicología de individuos; y Ciencias factuales Antrópicas o Culturales: sociología, psicología social, ciencias políticas, historia, etc.

Ciencia y Tecnología

Históricamente la ciencia y la tecnología (CyT) han estado separadas. El hecho del creciente impacto de la ciencia sobre la tecnología ha conducido a la idea equivocada de que la tecnología es solamente ciencia aplicada. Asi como la ciencia tiene su dinámica interna; la “nueva tecnología” frecuentemente emerge de otra tecnología más antigua, no de la ciencia.

La tecnología antecedió a la ciencia, el hombre primitivo estaba familiarizado con diversas técnicas. La tecnología a menudo se ha anticipado a la ciencia, con frecuencia las cosas son hechas sin un conocimiento preciso de cómo o por qué son hechas; es el caso de las primitivas tecnologías. La CyT comenzaron a interactuar durante el siglo XIX, antes pocas

Invenciones estaban basadas en la ciencia, se apoyaban casi completamente en el conocimiento empírico y en la perspicacia de los artesanos, sin componentes científicos perceptibles. Hacia la segunda mitad del siglo XIX la ciencia estimuló muchas invenciones conduciendo al crecimiento de tecnologías e industrias basadas en la ciencia, por ej: la electricidad y la química.

TEORIA o sistema conceptual.

Una teoría científica (TC) puede definirse como conjunto de proposiciones formales de la cual se pueden deducir varias observaciones empíricas. Las teorías son elaboradas para comprender los fenómenos surgidos en la realidad objetiva Características de la teoría: i) es una construcción hipotética, ii) expresa una generalización, y iii) constituye un sistema organizado.

Cómo se formula una teoría.

La mayor parte de las TC, por su misma concepción son inductivas (observación y acumulación de hechos), es decir parten de los hechos concretos, identificando regularidad en los acontecimientos, para llegar a generalizaciones y principio s abstractos. Sin embargo, también hay TC deductivas (teorización o deducción de consecuencias sobre los hechos o la relación entre éllos), es decir, que parten de postulados y teoremas sistematizados, para luego organizar leyes conectadas formal y deductivamente, sujetas a una posterior verificación empírica, en una realidad concreta.

Funciones de la teoría.

1) Delimita un área del conocimiento, permitiendo al científico circunscribir el fenómeno a estudiar.

2) Intenta resumir los conocimientos a cerca de las leyes, a través de proposiciones deductivas de carácter abstractas.

3) Trata de explicar los fenómenos. Es un intento creativo de explicar, qué es un fenómeno y por qué es así. Por ejemplo: en el aprendizaje, las leyes nos dicen “cómo (efecto o variable Y) es el aprendizaje”, en tanto, las teorías tratan de explicar “por qué (causa o variable X) ocurre el aprendizaje”.

4) Identifica los campos que requieren investigación.

LEY

Enunciado de las relaciones constantes y objetivas que rigen los fenómenos. Las leyes son el cuerpo de las teorías.

Características

a. Empíricamente confirmada, es decir, que su validez es producto de verificaciones.

b. Pertenecer a un sistema científico, es decir, que formen parte de alguna de las teorías existentes.